top of page

Espiritualidad, trabajo y maternidad: un triángulo de bienestar

ree

En Chile y en el mundo, más del 70% de quienes trabajan en salud son mujeres. Mujeres que cuidan, que acompañan, que sostienen. Mujeres que, además de ser profesionales, son madres, parejas, organizadoras del hogar, líderes silenciosas de redes afectivas. Mujeres que, muchas veces, se preguntan en voz baja: ¿quién me sostiene a mí?


La respuesta no siempre está en el protocolo clínico, ni en el manual de autocuidado. A veces, está en lo invisible. En lo que no se mide, pero se siente. En la espiritualidad como espacio de refugio, de sentido, de reconexión. En la red humana que abraza cuando el cuerpo ya no puede más.


La espiritualidad es una necesidad humana. Es ese lugar interior —y a veces colectivo— donde se encuentra el propósito, la calma y la pertenencia. En contextos de salud, donde la vida y la muerte conviven, esta dimensión se vuelve esencial.


Estudios recientes proponen considerarla como un determinante social de la salud, es decir, como una variable que influye directamente en cómo vivimos, cuidamos y sanamos.

Para las mujeres en salud, esto no es teoría: es experiencia cotidiana. Porque cuando una enfermera acompaña un duelo y luego llega a casa a preparar la cena, necesita algo más que técnicas.

Necesita sentido.

Necesita saber que su entrega tiene un propósito.

Que su cansancio merece descanso.

Que su alma también trabaja.


Durante el embarazo y el posparto, muchas mujeres viven una paradoja: cuidar mientras necesitan ser cuidadas. La maternidad transforma cuerpo, identidad y vínculos. Y en ese tránsito, la espiritualidad puede ser un refugio. Se ha documentado que quienes integran prácticas de sentido —como la meditación, la gratitud o rituales personales— presentan menos síntomas de ansiedad y depresión. Pero más allá de los datos, está la vivencia: cantar a la guagua en la madrugada, respirar antes de entrar a pabellón, agradecer por haber sostenido un parto difícil. La maternidad vivida desde el alma no excluye el trabajo. Lo transforma. Lo vuelve más humano. Y cuando se vive en red —con una pareja que acompaña, con colegas que escuchan, con comunidades que sostienen— se convierte en fuente de salud mental.


Las mujeres que trabajan en salud enfrentan exigencias técnicas, emocionales y sociales. Son llamadas a ser eficientes, empáticas, disponibles. Y muchas veces, invisibles en su propio dolor. La evidencia muestra que quienes cultivan un sentido espiritual o vocacional fuerte reportan mayor satisfacción laboral y menor agotamiento.


No se trata de imponer creencias, sino de reconocer que el sentido del trabajo —cuando se valida y se acompaña— es fuente de salud mental. Cuando las instituciones ofrecen espacios de pausa, reflexión o acompañamiento, las mujeres profesionales se sienten vistas. Y eso transforma.


Una mujer emocionalmente sostenida cuida mejor, escucha más, y se permite también descansar.


Maternidad, trabajo y espiritualidad no son caminos separados. Son partes de una misma trama. Una mujer profesional necesita instituciones que cuiden su bienestar. Esa mujer, a su vez, sostiene familias, comunidades, equipos. Y toda esa red se fortalece cuando entendemos que la espiritualidad —en su sentido más amplio— nos devuelve humanidad.

Cuando una matrona dice que reencontró su vocación al acompañar un parto difícil, mientras amamantaba a su hija. Cuando una madre profesional confiesa que cantar a su guagua fue su primera forma de meditar. Cuando un equipo de salud se da permiso para respirar juntas antes de comenzar la jornada. Eso también es salud mental. Y eso también es espiritualidad.


La salud mental femenina no se trata solo de reducir síntomas. Se trata de reconocer la complejidad de los roles, de validar el cansancio, de cultivar sentido. Cuando hablamos de espiritualidad, trabajo y maternidad, hablamos de la misma necesidad humana —y profundamente femenina— de encontrar significado en lo cotidiano. Y en esa búsqueda, la ciencia y la compasión pueden caminar juntas.


 
 
 

Comentarios


bottom of page